Recuerdo a uno de mis profesores en la
universidad, que cuando iba a comenzar su clase nos decía: “Y recuerden jóvenes
que cuando uno va a estudiar un tema, lo primero que deben saber, es qué
significa ese tema. Entonces, para llevar una ilación pedagógica de esa
enseñanza, nos preguntamos: ¿Qué significa Fe? Aprovechemos, que uno de los
tópicos madre que excepcionalmente define la Biblia es la Fe. Nos informa la
Epístola a los Hebreos, en el Capítulo 11. 1, 2 y 3: “La Fe. Es, pues, la fe la
certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Por ella
alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe comprendemos que el universo
fue hecho por la palabra de Dios, de modo que lo se ve fue hecho de lo que no
se veía”. Sólo diremos: ¡Perfecta definición de Fe!
Continuemos este sucinto análisis de
la Fe, despejando el interrogante siguiente: ¿Es fácil tener Fe? Respondemos,
no, no es fácil tener Fe. Ni siquiera es difícil, es dificilísimo tener Fe. Y
esto, ¿Lo decimos nosotros por capricho, o, tenemos alguna prueba documental
bíblica que respalde nuestra aseveración? Claro, que sí tenemos prueba bíblica
en que apoyar nuestro dicho, y preceptúa el Texto Sagrado: “…Pero se levantó
una gran tempestad de viento que echaba las olas en la barca, de tal manera que
ya se anegaba. Él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal. Lo despertaron
y le dijeron: ¡Maestro! ¿No tienes cuidado que perecemos? Él, levantándose,
reprendió al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Entonces cesó el viento y
sobrevino una gran calma. Y les dijo: ¿por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo
no tenéis fe? Entonces sintieron un gran temor, y se decían el uno al otro:
¿Quién es éste, que aún el viento y el mar le obedecen? San Marcos 4. 37 al 41.
Y así, hallamos varios pasajes en los cuatro evangelios donde aparece Jesús
reprochándole a los apóstoles su incredulidad, dureza de corazón y falta de Fe.
En fin no es fácil tener Fe. Pero tenemos la convicción, que los apóstoles
comenzaron a tener verdadera Fe después la muerte de JESÚS DE NAZARETH, después
de crucifixión, resurrección y que nuestro Señor se le apareciera a todos los
apóstoles.
También respecto a este tema, me viene
como anillo al dedo, lo que me contó un amigo: Que una vez en un pueblo, un
vendedor de libros de la Biblia, se dirigía por un camino montañoso, iba
montado en una vieja bicicleta y atrás, en la parrilla de ésta, llevaba los
textos que se proponía vender, de pronto perdió el equilibrio, tal vez porque
estaba mojado el terreno y cayó al vacío. Cuando venía cayendo se acordó de
Dios e imploró con fervor que le ayudara el Altísimo. El Señor, escuchó su
plegaria y mandó al Arcángel Miguel que lo salvara; el Arcángel en un tris
estuvo en medio del precipicio, púsole una ramita de tamarindo en el trayecto
de caída y allí en mitad del despeñadero quedó colgando y bambaleándose como un
péndulo el vendedor de libros. Este dejó de tambalearse y poco a poco fue
abriendo los ojos, que los tenía todos llenos de lágrimas por la emoción
recibida. Viendo allí al Arcángel Miguel, le dijo, parece que Dios me hizo el
milagro de salvarme la vida. Y el Arcángel, volando, aleteando delante de él,
le dijo, sí, el Todopoderoso escuchó tu clamor y me envió a que te salvara,
pero ahora para completar mi misión, necesito QUE TÚ TE SUELTES de la varita de
tamarindo. El vendedor de libros miraba la varita de tamarindo que apenas lo
sostenía de un trisito, y temblando de miedo, le dijo al Arcángel tú me dices
que me suelte. Sí, suéltate no tengas miedo, yo estoy aquí, yo soy el Arcángel
Miguel y a tí no te va a pasar nada. El Arcángel, volvió y le repitió por
segunda vez al vendedor de libro que se soltara, éste permanecía conturbado. El
vendedor de libros permaneció un largo rato en silencio y sudando frío por el
temor que sentía, se quedó absorto mirando los filosos peñones que lo esperaban
en el fondo del precipicio y por tercera vez le preguntó al Arcángel, TÚ DICES
QUE ME SUELTE, el Arcángel ya no le contestó nada, sino que se quedó mirándolo
con mucha tristeza, desilusión y desolación, porque sabía que el vendedor de
libros nunca se iba a soltar. A los cuatro días el vendedor de libros murió de
inanición. Y por ahí se cuenta, aún hoy, que uno pasa por aquel camino
montañoso y en la mitad del despeñadero se ve un esqueleto que mece la brisa
todavía sostenido por la varita de tamarindo. ¡Ohh, cuán hermosa es la
enseñanza profunda que encierra este cuento!
Bueno Amigo ivedeistas y teofilistas,
como corolario de esto, en cuestiones de Fe, debemos ser osados y atrevidos. Y
recuerde, que el Padre, el Hijo y Espíritu Santo, pueden acrecentar nuestra Fe.
Díganle a los suyos y a sus
Amigos ¡Suéltate, ten Fe!
Las tres Máximas de Milloque, son:
1ª.- La Fe es la llave para ir al
cielo …Pero esa llave debes construirla tú mismo.
2ª.- La Fe mueve montañas … Pero no
cualquiera Fe.
3ª.- Suéltate, ten Fe … Y ganarás el
cielo, la tierra, la gloria, la vida y la felicidad.
EMILIO SANTANDER RUIZ ALDANA
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